A la pausa que propone el verano se suman las cuestiones coyunturales, que frenan las decisiones de compra. Bajas en el usado y posibles subas en unidades nuevas; las ventas, más lentas.
Frente a un escenario cambiante pero afianzando la percepción del ladrillo como el mejor resguardo de valor, el año comenzó con el movimiento lógico del verano. Son meses en los que se concluyen las operaciones de aquellos que tienen definida su opción.
Si bien tanto los inversores como los actores del Real Estate siguen las noticias y novedades desde la playa, es cierto que el verano por lo general no promete grandes definiciones en el mercado inmobiliario. El año que quedó atrás terminó mejor de lo que comenzó y si bien las perspectivas tanto de los brokers como de los desarrolladores son cautas aunque levemente optimistas, aún resta que retorne la confianza. Eventualidades como las que ocurrieron en estos días con el pedido de renuncia a Martín Redrado, presidente del Banco Central, no ayudan a que se superen los temores de la gente.
La seguridad jurídica y la estabilidad son factores fundamentales para que se concreten operaciones y nuevos desarrollos, ya con menores rentabilidades, además del retorno del crédito, ausente desde hace años, lo que da origen a que más de la mitad del potencial del mercado inmobiliario deba alquilar, segmento que está por demás sobreofertado.
Según la opinión de algunos brokers inmobiliarios porteños, “El panorama no cambió, pero sí las expectativas. Frente a la devaluación del dólar, la única opción es tener el dinero en inmuebles, que es lo que la gente acepta como mejor inversión, así los dólares mantienen el poder de compra. Esto hizo que el segundo semestre de 2009 cambiara radicalmente respecto del primero. Son pocos los que tienen ahorros, y además no hay crédito, ni posibilidad de acceder a la vivienda. Igual, el cliente piensa que 2010 será bueno; es consciente de que es un ahorro único y sabe que su dinero estará a salvo”.
Fuente: Diario La Nación